El
libro álbum nos invita a pensar en la imagen como texto y la forma en la que
esta simbiosis produce significado; a “sospechar de las imágenes, a mirarlas
como una construcción, y por lo tanto como un artefacto cultural” según dichos
de Cecilia Bajour. (Modos de construir sentidos en el libro álbum)
La
mosca se presenta desde la tapa con una construcción figurativa simbólica en
plano medio donde está presente la técnica francesa de collage. Para componer
este objeto artístico se pegaron sobre una superficie fragmentos de materiales
diversos. Las alas son pequeñas piedritas; para la nariz se utilizó un tornillo
de la variedad Phillips igual que para sostener las patitas al cuerpo; la boca
es una hebra de lana, las antenas tienen incrustadas dos tornillos para madera,
y dos ojos que parecen movibles.
Debajo
del título, donde se mezclan letras mayúsculas y minúsculas en imprenta con una
tipografía sinuosa, hay una frase que puede ser tomada como la antesala de algo
terrible: Un día perfecto puede llegar a ser una pesadilla.
La
contratapa resume brevemente el contenido y prepara al lector/observador para
zambullirse en la historia, sabe de antemano que habrá sustos y sorpresas.
Al
abrir el libro aparece el frontispicio donde cientos de moscas dan la bienvenida
y hacen presumir que se trata de algo escatológico por la construcción social
que lleva a juntar al insecto con los desechos.
En
la contraportada se incorpora el auspiciante de esta historia “Crema
bronceadora Ralli Brothers” que acompañará a la protagonista en su periplo.
En
la portada aparece la mosca en todo su esplendor dispuesta a disfrutar a juzgar
por la pelota pintada con colores primarios y la galletita que sostiene en su
mano.
En
las hojas que se suceden no existe el marco, “la página misma se convierte en
una ventana que delimita el campo de nuestra visión …” (Joly, M; imagen y
significación; pág. 29).
Y
aquí comienza la aventura casi inverosímil de una mosca dispuesta a bañarse, a
pasar un día de playa para lo que se provee de elementos pertinentes como
bolso, bronceador, toalla y pelota.
Las
primeras páginas con un fondo blanco a manera de mosaicos, denotan una
sensación de alegría y limpieza. Se recuesta sobre una toalla de arpillera y la
imagen remite a una escena playera; luego decide probar con sus patitas la
temperatura del agua. El acercamiento que produce el zoom permite visualizar
esta acción, e incluso captar el movimiento característico. Sin dudarlo decide
darse un chapuzón. Persiste el color blanco con una base de azul celeste que
transmite una sensación sinestésica de quietud silenciosa. Este mar está
fabricado con recortes de hojas pintadas
de color celeste sostenidas con tornillos.
Nada,
flota, canta. Las notas musicales se adhieren al paisaje conformando una imagen
alegre y sonora.
¡La
mosca está disfrutando de un gran día!
De
repente el cielo se encapota; el color oscuro hace presagiar lo peor. Los ojos
se ven desorbitados y líneas curvas dibujadas en el agua dan idea de temor. La
misma sensación se transmite en la doble página siguiente donde una sombra más
oscura se cierne sobre el insecto que parece temblar en el lugar. La imagen en
picada colabora con esta sensación. El color negro cubriendo totalmente las
próximas dos hojas presagia algo terrible.
Dos
ojos se mantienen expectantes y para colmo comienza a tronar. Cae la lluvia y
el bicho se lamenta por no tener paraguas. Nuevamente la picada aplastante
ayuda a generar la idea de catástrofe.
Desde
el lugar donde se encuentra, sumergida en el agua, en un plano general; observa un elemento desconocido que se dirige
hacia ella. En su cara se dibuja un rictus de terror.
Un
perfecto equilibrio entre la plasticidad (percepción del objeto) y la
iconicidad (percepción de la imagen) colabora en la construcción de sentido que
un lector/observador desprevenido no podría captar. Una espiral azul profundo
colabora en la sensación de final, mientras un acercamiento deja ver sólo las
patitas del insecto y sus pertenencias desparramadas por el lugar.
Finalmente
puede escapar utilizando su toalla como ala delta para elevarse, desde donde,
junto al lector, a esta altura, involucrado directamente con la suerte de la
mosca, puede por fin, deducir lo que ha pasado. La imagen montada sobre papel
madera de un pie de inodoro con su característico color blanco hecho con trazos
inquietos de tempera desde donde cuelgan dos zapatillas y la alfombra donde
descansa un temible trencito que pende de un hilo, colaboran en el armado de
significado que se completa al dar vuelta la hoja y descubrir, por medio de una
picada aplastante, que las pertenencias
de la protagonista flotan en el agua del artefacto de baño. En un pie de
igualdad con esa imagen se ve sobre un fondo blanco que influye en la
percepción de misterio develado, una sombra clara que, en conjunto con las
zapatillas, permite descubrir al promotor que interfiere en el disfrute de la
mosca. Sumado a la expresión que se lee “Mamá, he terminado” el lector puede
concluir, por fin, que se trata de un niño que pide ayuda para que lo
higienicen luego de haber defecado.
En
el final, el inodoro blanco se recorta sobre un fondo negro que ayuda a
comprender el objetivo frustrado del insecto, a lo que se suma, en la página
derecha, la mosca apoyada sobre la pared, definitivamente de azulejos del baño
sosteniendo la toalla salvadora, transmitiendo una sensación de alivio a la vez
que promete que “nunca más se daría un baño: porque bañarse puede resultar muy,
pero muy peligroso”
¿Por
qué incluirlo en la biblioteca?
No decirlo todo, insinuar, callar, sugerir. Entre lo
dicho y lo no dicho se generan múltiples posibilidades que producen múltiples
sentidos. Lleva al lector por un camino y sorprende en la curva. Estas
apreciaciones deberían bastar al momento de evaluar si puede o no formar parte
de los libros que están a disposición de los alumnos.
Puesto a consideración de un grupo de ellos pude
comprobar, luego de su observación minuciosa y lectura, algo parecido a la
fascinación además de lo cómico que les pareció este relato. Supongo que tiene
que ver con el ingreso en la escuela de aquello que parece que no debe decirse,
del sentido escatológico inherente al texto. De hecho, al darse cuenta del
artefacto que se le viene encima a la mosca nadie se anima a decirlo
libremente; la comprensión es una mezcla de miradas cómplices y sonrisas
socarronas. Un ir y venir sobre las hojas para confirmar lo que realmente
suponen, colabora con esta idea.
Puesto a consideración de “los grandes” causa la misma
sensación. Incredulidad, ante lo
presentado por el autor que sostiene haberse inspirado en una situación real,
como es limpiarle la cola a su hijo, para escribir esta aventura corrida por la
mosca.
Texto e imagen coadyuvan para extraer lo implícito de
este libro álbum, de aquello que cada lector/observador entiende a partir de lo
que se le presenta.
Este libro es un claro ejemplo de que la edad no tiene
que ver con el destinatario. A pesar de las imágenes simples, que podrían hacer
suponer que está destinado a los niños, queda demostrado que conmueve también a
los adultos.
Adriana Baroni